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  • Foto del escritorAntonio José Guerrero Gómez

El crepúsculo de los dioses

Actualizado: 3 jun 2022

El ocaso del antiguo Hollywood


A comienzos de los años 50, Hollywood había dejado atrás ese cine más clásico. Unas producciones, que le habían llevado al reconocimiento mundial; no estoy hablando de otra cosa que de cine mudo. Sunset Boulevard (El crepúsculo de los dioses) nos trae una crítica a la industria estadounidense de aquella época, y lo hace de manos de un maestro, Billy Willder. Una cinta que nos muestra el mundo del séptimo arte desde sus entrañas, algo que no ha logrado conseguir tan bien ningún otro largometraje.


Para ello, el film nos transporta a la propia avenida que da nombre a esta producción, Sunset Boulevard. Este sitio, fue donde residieron las grandes estrellas del celuloide en aquella temporada y lugar en el que está ambientada esta gran obra maestra del cine.



Joe Gillis (William Holden) es un guionista cuyos días de gloria parecen haber terminado. Él sigue escribiendo, aunque lo hace exclusivamente para salir adelante, nada de escribir grandes historias en las que su ingenio reluzca. Después de haber recibido la visita de dos cobradores, los cuales llegan con una orden judicial para llevarse su coche, él huye de estos; en el camino, pincha el neumático de su vehículo, y huye hacia una mansión que está resguardada en Sunset Boulevard, la cual tiene un garaje. Joe ve todo aquello aparentemente abandonado y decide dejar el coche en ese lugar.


Ya dentro, Gillis es atendido por un hombre mayor, un mayordomo llamado Max (Erich von Stroheim), el cual le dice y le insiste, que en la habitación de arriba le están esperando. Joe no se puede negar, por lo que accede y sube al piso de arriba. Allí, hay una mujer mayor que le da instrucciones para un ataúd que ella desea. Él, se da cuenta de que ha habido un malentendido, pues obviamente, no es el encargado de aquella tarea. Este se lo explica a ella, pero en ese momento, se da cuenta de que la mujer y dueña de aquella residencia, es nada más y nada menos que Norma Desmond (Gloria Swanson), una antigua estrella de cine mudo.



Después de este altercado, Joe le explica a ella que él es guionista de cine, y que debe irse de allí lo antes posible. No obstante, Norma le dice que ella está preparando algunos guiones con los que espera volver a actuar, y quiere que él los lea, le dice que se puede quedar a dormir en la una habitación libre que hay en la casa. Tras esta insistencia, él se ve obligado a aceptar.


Tras esto, su estancia allí se ve prolongada indefinidamente. Esto, ocurre a raíz de que Norma empieza a obsesionarse con Joe, la cual no le va a dejar escapar por nada del mundo. Esta es la premisa de una historia de obsesión y una gran crítica a la industria de Hollywood de aquellos años, los cuales habían dejado muy olvidado a todas aquellas producciones que les habían hecho tan grandes.



Hay que decir que el comienzo de este film es realmente curioso, pues tenemos una voz en off, que nos va metiendo en materia y que a lo largo del largometraje aparece sutilmente, sin abusar. Resulta realmente único, pues el narrador resulta ser el mismo protagonista, el cual aparece muerto en un plano contrapicado; una imagen que, para lograrla, tuvieron que poner un espejo muy grande al fondo de la piscina. Esta es una pericia técnica muy difícil de hacer para la época, y que consiguieron superar magistralmente con este recurso.


Esta genialidad, fue idea de los guionistas del film que fueron el propio Wilder y de Charles Brackett, uno de los guionistas más célebres del Hollywood de aquella época. Simplemente la idea de poner como narrador a un personaje ya fallecido resulta algo insólita. Un guión que necesitó de varias reescrituras, incluso cuando había comenzado el rodaje de la cinta, volvieron a modificar algunos aspectos de este. La película fue un éxito rotundo, pero Wilder quiso poner fin a esta asociación, aunque siempre hubo admiración entre ambos; puede que esto se debiese a que Wilder quisiera tener más control en sus cintas, pues varias de las modificaciones de este guión fueron propuestas de él mismo.



Como ya hemos dicho, Joe es el mismo narrador; podríamos decir que es omnisciente, pues aunque su personaje no está siempre en pantalla, si que nos cuenta todas las escenas narradas. La estructura de la cinta dado lo visto, es mediante un flashback, porque como hemos visto, el protagonista está muerto, aunque sea él mismo quien nos cuenta los hechos de esta fascinante historia.


La buena fotografía de la cual hace gala este film no se resume solo en este plano, aunque sea muy icónico, sino que podremos ver varias secuencias con un enfoque donde la iluminación es realmente importante y está muy bien utilizada. Para la memoria queda cuando dentro de los estudios, colocan un foco en la posición que está Norma; ella se ve en su gloria, como si estuviese viviendo de nuevo sus días de máximo esplendor.



Antes que nada, quiero recalcar que esta es una historia que habla sobre el mundo del séptimo arte desde dentro o como se le dice coloquialmente, “cine dentro del cine”. Puede ser la mejor cinta en este aspecto, pues pienso que la obra que cuenta los hechos de aquella época con más fidelidad. He decidido hablar de esta cuestión ahora, porque esto también atañe a algunos de los papeles de este film.


Por supuesto, personajes principales, como los que interpreta William Holden (Joe Gillis), el cual es un guionista al que la industria estadounidense ha pisoteado sin piedad, mientras que Gloria Swanson (Norma Desmond) es una actriz muy olvidada ya en las décadas posteriores a los años 20; ella está obsesionada con poder volver a ser una musa del séptimo arte. Una de las muestras de ello, es la genial escena en la que se disfraza e imita al personaje de Charlot (Chaplin), sencillamente genial. Posteriormente, la secuencia que Norma visita los estudios Paramount; la película, nos muestra como está en un mundo que olvida con mucha rapidez y facilidad, incluso a una gran personalidad del celuloide como lo ha sido ella.



Más allá de los miembros principales del elenco, hay que destacar a Erich von Stroheim (Max), el cual se interpreta a si mismo, pues en la vida real, él dirigió en varias películas a Gloria Swanson. En la película ocurre lo mismo, e incluso le guarda las espaldas a la obsesionada Norma, pues ella piensa que aún sigue recibiendo cartas de admiradores, cuando realmente es él quien se las escribe.


El papel de Cecil B. De Mille también es remarcable; haciendo de él mismo, tiene una estrecha relación con Desmond, pues hizo bastante películas con ella, aunque también recela de ella. Es el reflejo de que todos olvidan con facilidad, aunque él si que recuerda algo de lo grande que fue esta actriz.



Aunque sea menos importante en la trama, personalmente me hubiese gustado que se profundizara más en la relación que tiene Joe con Betty Schaefer (Nancy Olson), una joven corregidora que sueña con ser una gran guionista. Ambos tienen carisma cuando están juntos, su atracción está ahí, pero por lo visto, Wilder no quiso darle más importancia.


Resulta realmente curioso, que la localización de la mansión de Norma Desmond no sea verdaderamente en la propia avenida Sunset Boulevard. Después de ver el film, podemos saber que esto ha sido meramente anecdótico, pues están los estudios tan bien ambientados que pasamos por alto este detalle. Se cree, que la dirección de la residencia que vemos en la película, está en Wilshire Boulevard o en Crenshaw; no hay una fuente que garantice esto al 100%, pero si se ha confirmado que es por estos lares.


Como si de un personaje más se tratase, también hay que decir que podemos ver los famosos estudios Paramount, tanto por dentro, como por fuera. En la escena que llegan ellos, podemos ver la fachada principal, y luego en la secuencia que entran dentro, vemos como Cecil B. De Mille está grabando Sansón y Dalila, otro gran clásico del cine. Este es uno de los momentos más mágicos de este film, pues nos metemos dentro del rodaje de una película incluso estando ya viendo una, algo realmente formidable.



Normalmente, en el cine clásico las bandas sonoras no estaban presentes durante todo el metraje de las producciones, pero si que aparecían en momentos importantes, como sucede en esta película. El trabajo de esta tarea lo llevó a cabo por aquel entonces Franz Waxman, un compositor que a Wilder le gustaba mucho; llegó a decir que era unos de sus favoritos, pues llegó a trabajar con él hasta en siete ocasiones si contamos este trabajo.


En esta película, cuando la banda sonora tiene más presencia es al comienzo, momento que sirve para mostrar los créditos iniciales, y sobre todo al final, que ejerce como clímax resolutorio, algo que solía ocurrir en las producciones cinematográficas de la época. También hay que destacar la secuencia en la que vemos a Max tocar la “Tocata y fuga en re menor”, de Johan Sebastian Bach, melodía usada en infinidad de producciones, pero que nunca está de más; es una pieza magnífica de música clásica y en esta escena concretamente le viene como anillo al dedo.



El crepúsculo de los dioses es un largometraje en el que se respira cine por los cuatro costados. En pleno 2022, no se me ocurre ninguna cinta que haya logrado mostrarnos la industria de Hollywood desde dentro mejor que esta, pues lo tiene todo; un guión (con grandes diálogos) y una dirección excepcional del maestro Wilder, un elenco con grandes interpretaciones, una fotografía muy buena con planos realmente únicos y una buena banda sonora que supo hacer su función magistralmente. Por todos estos elementos no se me podría haber ocurrido elegir un mejor homenaje a la industria estadounidense de cine en su época más clásica, pues pienso que no lo hay. Sunset Boulevard es una cinta con la que sentarse y disfrutar. No le pasan los años por encima sino al contrario, cada vez es mejor; una gran crítica y un reflejo de que desgraciadamente, aquellos tiempos no volverán.













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